La realización de una obra de jardinería implica diferentes etapas que deben ser llevadas a cabo de manera adecuada para lograr un resultado satisfactorio. Una de las primeras tareas es el acondicionamiento del terreno, que consiste en preparar el suelo para recibir las plantas y asegurar su correcto crecimiento. Esto incluye la nivelación del terreno, la eliminación de piedras y malas hierbas, y la incorporación de abono orgánico para mejorar la fertilidad del suelo.

Una vez que el terreno está listo, se procede a la instalación de riego. Es fundamental contar con un sistema de riego eficiente que permita el suministro adecuado de agua a las plantas. Esto puede incluir la instalación de aspersores, goteo o microaspersión, dependiendo de las necesidades de cada área del jardín.

Después de tener el terreno preparado y el sistema de riego instalado, se procede a la plantación. Esta etapa consiste en seleccionar las especies vegetales adecuadas para el jardín y distribuirlas de manera estratégica para lograr un diseño armonioso. Se deben tener en cuenta factores como la exposición solar, el tipo de suelo y las necesidades de cada planta para asegurar su correcto desarrollo.